22.4.07

El Viaje

El la recogió de su casa a las seis y media de la mañana, llegaron a la Universidad a las siete, justo en el momento en el que el autobús decidió partir.

Ya sentados todos comenzaron las discusiones, tratando de descifrar lo que les esperaba, creando imágenes de lo que pronto seria una exploración de lo infinito, una visita a San Javier. El conductor puso un par de cumbias ochenteras que pronto fueron reemplazadas cuando Carla puso un casete de Sui Generis, con el que pronto todos se sintieron mas cómodos, ahí fue cuando se insistió en que Fernando tocara la guitarra.


Con los primeros acordes todos se dieron cuenta que Silvio Rodríguez ahora reemplazaba a Sui Generis, “o pasa un ángel se hace leyenda y se convierte en amor…” la voz de Fernando lentamente se fue encrudeciendo, tornándose desolada, convirtiéndose en un himno a la soledad que fue pronto un colectivo de soledades y espíritus dispuestos a ser una voz, la voz del desespero. Cantaron todos por un par de horas, evadiendo el tiempo, evadiéndose a si mismos, escapando de la rutina, encontrando en las canciones respuestas a la rutina.


Ana y Eduardo estaban sentados en la décima fila, habían participado de la guitarreada, pero habiéndose agotado la voz de Fernando retornaron a su refugio. El tomo su mano y la beso en la mejilla. Ella coloco su cabeza en el hombro de Eduardo y pronto cayo dormida.


Eduardo se puso a contemplar el mundo detrás de la ventana, el bosque tropical, tan tupido y oscuro, dueño de secretos y de sueños, testigo de tantos viajes realizados por ya tantos jóvenes universitarios en ya tantos años. Ella despertó. ¿En que piensas? pregunto Ana. No se. ¿Como que no sabes? Tienes que estar pensando en algo. No se, en lo lindo de tenerte cerca, en lo misterioso del bosque, en las canciones. El miró al horizonte. ¿Qué miras? pregunto ella. Estoy buscándote. Pero si estoy a tu lado. Es que también estas escondida, allá con el sol, te tengo tan cerca y a veces me es imposible alcanzarte. Ella sonrió, y retorno a su letargo.


Llegaron a las cabañas a las 11 de la mañana, bajaron todos del autobús. Veintidós estudiantes, todos emocionados por lo que el par de días que les esperaban podrían traer.


Saltaron a la piscina, caminaron por el bosque, subieron a los árboles, cabalgaron a caballo, comieron. Jugaron un partido de fútbol con equipos mixtos, como siempre lo hacían cuando salían de paseo. Carla anoto dos goles, y Paola se lesiono el tobillo.


Caída la noche, organizaron un bailongo, donde las cumbias ochenteras fueron más que bienvenidas. A las dos de la mañana comenzó una vez más la guitarreada. Inspirados por dos botellas de singani, y el cantar de los grillos, todos se sintieron un poquitin mas libres, alejados del tráfico y el cemento, todos desearon dar rienda suelta a sus pasiones.


Eduardo miraba los ojos de Ana, tratando de descifrar lo que se hallaba del otro lado. Ana miraba los ojos de Eduardo tratando de comprender porque Eduardo se empeñaba en descifrarla, si a ella le bastaba con saber que los dos estaban ahí, bajo la luna, haciéndose uno mismo.


A las seis de la mañana se marcharon todos a sus cabañas. Ana y Eduardo se alejaron del grupo, y bajaron a una colina cercana. Se tomaban de la mano. Ella sonreía, el se sentía desolado. Se sentaron. Ella, de espaldas, se recostó entre sus piernas, y hablo. La pase bien hoy día. Yo también. Te siento distante. Perdón. ¿Por qué estas distante? No se. ¿Cómo? No se! Ella callo.


Eduardo beso el cuello de Ana, ella se torno hacia el, acerco sus labios. El los mordió. Poco a poco la oscuridad se desvanecía. El apretó sus pechos, ella le quito la camisa. Ella cerro los ojos, el los beso. Se besaron. Hicieron el amor lentamente, el la tocaba con la sensibilidad de una nube, ella se dejaba llevar, dejaba que su cuerpo se rindiera al placer mientras su espíritu jugaba a construir murallas de pasión. El sentía que el placer no era mas que la mas clara muestra de su existencia, saberse a si mismo capaz de entrar en las murallas construidas por ella, saberse absurdo.


Amanecía, lentamente la luz invadía todos los espacios, lentamente Eduardo y Ana se llenaron de luz.

3 comentarios:

Albanella dijo...

Y pronto se unieron a la luz del alba, que encontró sus cuerpos desnudos y entrelazados.
Eduardo al final la encontró? Ana se dejó buscar?

Besos..

utópico dijo...

Nunca la pudo encontrar, porque cuando estaba con ella, ella dejaba de ser solamente ella y era una con el mismo. Y tambien porque lo que el buscaba era a si mismo (sus expectativas de la mujer ideal que no son mas que reflejos del YO narcisista), y en ella jamas podria encontrar eso, todo lo que encontraba el asumia que no era ella, y que solo eran pequeñeces. Pero en fin, no se dio cuenta que no se ama por una razon, sino simplemente porque si. No es que Ana no se dejo buscar, simplemente no le encontraba sentido y preferia quererlo sin preocuparse de esas cosas. A veces las mujeres son asi, saben que nos complicamos mucho y nos dejan ahogarnos solos, porque saben que sus besos nos rescatan constantemente.

Anónimo dijo...

gracias por seguirme...
de esta manera he llegado hasta aqui y pienso volver

te leo