19.6.09

David Foster Wallace: Discurso de graduacion en Kenyon College

  • A continuación el discurso que dio David Foster Wallace en un acto de graduación en el 2005. He buscado el mismo discurso en la red, y halle algunas traducciones, ninguna completa, por lo que me adjudique la labor de traducirla por completa. En realidad son siete hojas carta, así que me tomara un par, o trío de posts, sobre el mismo asunto, está es la primera entrega.

  • La traducción la he tratado de cuidar mucho. He usado palabras como cerradez o mierdística, que sé, no existen en castellano, tampoco en inglés, sin embargo parte de la magia de Foster Wallace es justamente el lenguaje inventado y las oraciones interminables. Debo confesar que me tomo mucho tiempo traducir esto.

Este discurso de graduación fue dado el 21 de Mayo del 2005, en Kenyon Collage en Gambier, Ohio.


(Si a alguno de ustedes les gusta transpirar [tose], les aconsejo que lo hagan, porque estoy seguro que yo si lo haré. De hecho, yo voy a hacerlo [masculla mientras estira su toga y saca un pañuelo del bolsillo].) Saludos [‘padres’?] y felicitaciones a la clase de graduados de la generación 2005. Estos dos jóvenes peces nadaban juntos por ahí, y sucede que se encontraron con un pez adulto que nadaba en la otra dirección, este hace una venia y les dice “Buenos días muchachos. ¿Como está el agua?” Y los dos jóvenes peces nadan un poco, por un rato, y eventualmente uno de ellos mira al otro y le pregunta “¿Qué demonios es el agua?”


Este es un momento estándar en los discursos de graduación en Estados Unidos, el despliegue de un pequeño y didáctico cuento párabol-istico. El cuento [‘la cosa’] resulta ser una de las mejores, menos mierdísticas convenciones del género literario, pero si vos estás preocupada porque yo me presente a mi mismo como, el viejo y sabio pez, explicándoles que es el agua a los peces jóvenes, por favor, no estés. No soy el viejo y sabio pez. El objetivo del cuento sobre peces se simplemente el más obvio, las realidades más importantes, son con frecuencia, las más difíciles de ver y explicar. Enunciando como una frase clara y concisa, es obvio que esta es una banalidad insípida, pero es un hecho que en las trincheras del día a día de la existencia adulta, las banalidades insípidas pueden cobrar una importancia de vida o muerte, o por lo menos es lo que deseo sugerirles en ésta mañana seca y encantadora.


Por supuesto que el principal requisito de este tipo de discursos, es el que supone que yo tenga que hablar del significado que tiene su educación en humanidades, tratando de explicar porque el titulo que están a punto de recibir tiene sobretodo, valor humano, y no sólo una recompensa material. Así que hablemos del cliché más penetrante y común de los discursos de graduación, el cual implica que, una educación en humanidades no consiste tanto en llenarte por completo de conocimiento, sino más bien en “enseñarte a como pensar.” Si vos eres como yo era de estudiante, nunca te ha gustado escuchar esto, y tiendes a sentirte insultado cuando alguien afirma que necesitabas que alguien te enseñe a pensar, particularmente por el solo hecho de que el haber sido admitido a una universidad tan buena como esta parece ser prueba suficiente de que vos ya sabes como pensar. Pero yo voy a afirmarte que el cliché sobre humanidades no resulta ser tan insultante, porque la asombrosa educación sobre como pensar que estamos supuestos a adquirir en un lugar como este, no es realmente sobre la capacidad de pensar, sino más bien la elección del tema sobre el que queremos pensar. Si tu completa libertad de elección con respecto a lo que escoges sea el objeto de tu pensar parece ser tan obvio que es una perdida de tiempo discutirlo, te pediría que pienses acerca de los peces y el agua, y que pongas entre paréntesis, por unos minutos, tu escepticismo acerca del valor de lo completamente obvio.


Les presento otro pequeño cuento didáctico. Están estos dos hombres sentándose juntos en un bar en la remota yerma Alaskina. Uno de ellos es religioso, el otro ateo, y los dos discuten sobre la existencia de Dios con esa especial intensidad que uno tiene después de aproximadamente la cuarta cerveza. Y el ateo dice: ‘Mira, no es que yo no tenga razones reales por las que no deba creer en Dios. No es que yo no haya alguna vez experimentado con toda la cuestión de Dios y de rezar. Sin ir lejos, el mes anterior quede atrapado lejos del campamento en esa terrible tormenta de nieve, y estaba completamente perdido, y no podía ver absolutamente nada, y estábamos como a cuarenta y cinco grados bajo cero, así que trate: caí sobre mis rodillas en la nieve y grite a los vientos ‘Oh, Dios, si hay un Dios, estoy perdido en esta tormenta de nieve, y voy a morir si tu no me ayudas.’ Y ese momento en el bar, el tipo religioso, perplejo, mira al ateo. ‘Bueno, entonces vos debes creer ahora,’ le dice, ‘después de todo, estás aquí, vivo.’ El ateo simplemente vuelca los ojos. ‘No, hombre, todo lo que paso, fue que un par de Esquimales pasaban por ahí y me mostraron el camino de regreso al campamento.’


Es sencillo pasar este cuento a través de un análisis humanístico estándar: la misma experiencia puede significar dos cosas completamente diferentes para dos personas distintas, dado que ambas personas tienen marcos de creencias propios y formas por las cuales construyen significado desde sus experiencias. Porque nosotros valoramos la tolerancia y la diversidad de credos, de ninguna manera, en nuestro análisis humanístico, queremos afirmar que la interpretación de uno de ellos es verdadera y la del otro tipo falsa o mala. Lo que está bien, exceptuando que tampoco hablamos en ningún momento del origen de estos marcos y creencias individuales. Quiero decir, ¿el origen interno de estos? Como si la perspectiva más básica que uno tiene del mundo, y el significado que cobran sus propias experiencias, estuviesen de algún modo instalados dentro de uno, de la misma forma que la altura o el tamaño del pie; o son adquiridas automáticamente de la cultura propia, como el lenguaje. De modo que la forma en que construimos significado no sea en realidad una cuestión de elección personal, deliberada. Además, nos encontramos con toda la cuestión de la arrogancia. El tipo que no es religioso, cree estar absolutamente acertado en su rechazo a la posibilidad de que el pasar de los esquimales haya tenido algo que ver con sus rezos y suplicas. Es cierto, también hay mucha gente creyente que puede portarse arrogante y determinada en sus interpretaciones. Ellos son probablemente más repulsivos que los ateos, por lo menos para la mayoría de nosotros. Pero el problema de los dogmaticos religiosos es exactamente el mismo que el del no creyente del cuento: una certeza ciega, una cerradez de la mente que se equipara con un encarcelamiento tan absoluto que el prisionero ni siquiera sabe que está encerrado.

El punto es, que yo creo que todo esto es una parte de lo que ‘enseñarme a como pensar’ realmente significa. A ser un poco menos arrogante.
A tener algo de consciencia crítica sobre mí mismo y mis certezas. Porque el mayor porcentaje de las cosas sobre las que tiendo a tener absoluta seguridad están, en efecto, totalmente equivocadas y son falsas. He aprendido todo esto de la manera difícil, como predigo que ustedes graduados, también lo harán.

2da parte…

2 comentarios:

rajemofrel dijo...

:D ya espero lo demas!
buenas ondas, no sabes cuanto keria leer esto.
saludos

Umami dijo...

Hola utopico!!!

necesito de tu ayuda, soy umami, me recuerdas?

te mando mi mail, ecribeme chinachit@gmail.com

besos!! muchos