Los domingos por las tardes confiaba en extraviar sus recuerdos y perforar su memoria con las siempre leales adicciones. Pero el tabaco y el ron ya no eran dignos adversarios del recuerdo, ambos provocaban certera e infranqueablemente una sed de angustia y melancolía tan llanas y profundas que terminaba siempre llorando en la cama de alguna prostituta.
Solía caminar por las calles desiertas y sin luz, abandonado al taladro de la memoria y al Eco, poblador y dueño de la ciudad. Habían pasado ya ocho meses desde que regreso a Bolivia y ni un solo día sin que el haya sufrido cada segundo, minuto y hora. Su presente se había convertido en un eterno y lánguido agonizar.
Determinado y cansado de tan absurda vida, decidió resolverlo todo de una vez por todas. Llamo a su madre y le dijo que la quería mucho, y que no se preocupe mucho que el estaba bien. Visito la tumba de su padre al que vio por última vez a sus ocho años, cuando se disponía a migrar con su madre a los Estados Unidos. Escribió una carta para Jennifer, la amiga que conoció cuando era solo un niño y que lo acompaño durante toda su vida, incluso en los meses más difíciles cuando el recién había regresado a Baltimore.
Sentado frente al televisor preparo, en una taza de lata, el veneno para ratas que estaba pronto a ingerir. Tomo aliento y se bebió todo el preparado. Sonrió por última vez, mientras sus ojos se perdían en el horizonte, en la distancia ajena que lo estuvo consumiendo desde que regreso de Irak. Pronto las imágenes de todos los niños acribillados, de las mujeres arrastrándose en las calles tratando de reconocer que pedazo de cuerpo pertenecía a sus maridos, de los hospitales y las casas en llamas, de soldados disparando al azar, de ordenes de muerte, de lagrimas y sangre inundando las calles de Fallujah. Poco a poco todo se fue desvaneciendo.
Quedaron solamente los ojos y las manos de sus padres, y la imagen sonriente de Jennifer Thompson, aquella mujer a la que nunca pudo decirle cuanto la amaba. Pronto no quedo nada, solo un fólder que decía Humberto Mercado, en la sección suicidios de la Policía Judicial de Santa Cruz.
(Pintura: Francisco de Goya 'El Tres de Mayo, El ejecutamiento de los defensores de Madrid)
2 comentarios:
¿Qué hace EEUU en Irak? ¿Para qué está allí? Ninguna razón es válida si lo que está en juego es la vida humana... lo peor es que la lista de merecedores del apelativo de GENOCIDAS va creciendo, en todos lados. Ellos aparecen impunes ante las cámaras, en altos cargos de gobiernos de farsa y quiénes tienen que llorar a sus muertos solo pueden buscarlo en otra lista, de nombres de los muertos o en al pila de los cadáveres.
Veo cosas así y me siento sin voz...
Ufff!!!! Tremendo relato. Crudo y terrible, como el drama de esa guerra...
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