¿Como estas?
Te escribo está carta después de muchos, muchísimos años. Ya se viene un nuevo año y bueno… no quería que pase un digito más en este nuevo siglo, sin que sepas nada de mi.
Está mañana caminaba por Brookline y entré a una tienda de discos, tenían un póster de The Kinks, igualito al póster que tenias en tu habitación, me trajo tantos recuerdos, ni te imaginas… esas tardes en que agarrábamos la cámara y nos hacíamos preguntas, y nos filmábamos los pies mientras respondíamos a las preguntas… y los cruzábamos…, los poníamos el uno sobre el otro…, mientras tus discos de los argentinos y de Bob Dylan nos ayudaban a crear un mundo sólo para los dos, donde no necesitábamos mascaras de ningún tipo, y podíamos quedarnos horas sobre tu cama, y yo acariciando los dedos de tus pies mientras vos acariciabas los míos… ¿te acuerdas? Que mundo era ese, tan privado… tan nuestro, y ahora tan en el pasado.
A veces tu nombre lo veo en las paredes, y me trae sonrisas, me llena los muros de esta ciudad con imágenes de cosas que hicimos, lugares en los que estuvimos, pucha!… esos momentos íntimos de profunda conexión que teníamos, en los que vos y yo parecíamos la misma persona… Y es que no hallo otra forma de describir lo que sentía cuando estaba a tu lado…
Cuando escucho esa canción que tanto te gustaba de Peter Sarstedt, Where do you go to, my lovely? Me consumo en mi mismo… me sobrecoge un vació absoluto y tan lleno al mismo tiempo, que siento que no puedo decir nada, pero quiero decírtelo todo, todo! Y te lo digo en silencio… en mi soledad. Esa soledad que siempre guarda un lugarcito para vos, un retacito de mi mismo que siempre va a tener ahí un lugar para tu recuerdo. Ya he aprendido bien ingles, y tengo tus discos, o por lo menos, aquellos que recuerdo que tenías, ahora los entiendo bien y sus canciones cobran matices distintos para mí, siempre los escucho, mientras me fumo un puchito, como lo hacía cuando estaba contigo, cuando los escuchábamos mezclando nuestros segundos con canciones tan lejanas pero que solo sabían alimentar nuestra cercanía.
When you're alone in your bed
Won't you tell me the thoughts that surround you
I want to look inside your head, yes I do…
Ahora mismo, mientras te escribo, veo algunas de las fotos que tomamos cuando estábamos en Totora… en ese festival de la cultura al que me llevaste obligado, y que no quise abandonar, y que creo nunca he abandonado realmente, porque todavía muchos de los recuerdos siguen persiguiéndome en las calles de está ciudad ajena a nosotros, pero tan mía que siento que la hago tuya tan sólo estando aquí. En una de estás fotos estamos colgados de un árbol frondoso, tu y yo cabeza abajo, como murciélagos, con nuestras manos estiradas y enroscadas en empanadas. Te hice una copia de la foto. Recuerdo muy bien ese momento, porque cantabas esa canción del flaco Spinetta que te regale, que por lo general nunca escucho, porque incluso ahora cuando lo hago me pone muy triste y logra, como muy pocas cosas logran, hacerme llorar. Quizás porque recuerdo nuestros pies y manos entrelazadas, y deseo con todas mis fuerzas ‘que sueñes un sueño despacito entre mis brazos, hasta que por la ventana suba el sol…’ Y lloró con mas fuerzas porque se que no puedes estar entre mis brazos, que la distancia entre nosotros ya es imposible de cerrar, y sólo me queda tener la certeza de que por siempre vivirás como parte de mis recuerdos, de mis sueños, y de mis locuras de siempre y para siempre.
Bueno, no quiero ponerme tan melancólico, pero se que vas a entender. Aunque no creas, esta no es la primera carta que te escribo en todo este tiempo, lo que pasa es que esta es la primera vez que tengo la valentía de realmente mandártela, muchas de las anteriores estaban cargadas de otras cosas, muchas las escribí cuando me sentía con bronca, impotencia o desesperación, otras cuando me sentía profundamente triste y entrañablemente absorto en mis pedazos de desolación existencial… tan necesarios, pero tan tormentosos que siempre terminaban con dos botellas de ron, y muchas lagrimas y mocos por todas partes…
Pero más bien ya no me pongo así. He aprendido a vivir con esto. He madurado mucho, y ahora tu ausencia no me duele tanto, aunque el vacío que has dejado siempre va a estar ahí. Se que estás bien. Se que estás mas tranquila. Y eso me deja irremplazables grumitos de paz en todo mi cuerpo, que poco a poco van diluyéndose, a medida que pasan los días siento que se esparcen más y más, que van llenándome todo, removiendo todos los sentimientos de rabia que una vez tuve.
La carta esta te la mando como un avioncito que sale desde mi ventana, hasta que llegue a ti. Mandare una copia a mi tía, para que te la lleve al cementerio, y la deje en tu tumba, estoy seguro que te gustara saber de mí. Ahora me llena una paz muy grande, porque se que eres como una nube que anda por el cielo, y que de vez en cuando te vienes por mi ciudad y me echas una ojeadita, que estás ahí, como siempre cuidándome.
Siempre te extrañare, vives en mi.
4 comentarios:
Es triste... Sentirse como el protagonista de tu relato, porque después del fin sólo queda el recuerdo, la añoranza...
Feliz Año Nuevo. Y que el recuerde dé paso a la alegría de los sentidos.
Uuuuyyy caramba, es un relato tan sentido?, en parte se parece un poquito a las cosas que vivimos, me puso un poco melancólica esta vez... en este día que estoy tan lejos y dejé un amor que me dejo antes de que yo me vaya... ufffhaa! que triste triste triste... estoy como la lluvia y con mocos también. :====(
maria coca: lo has dicho bien, despues del fin solo queda el recuerdo, y uno no puede hacer absolutamente nada al respecto, todo se disipa, termina. Pero eso solo si creemos que esta es la unica realidad, si vivimos en la eternidad y si somos infinitos, pues nada acaba, seguimos eternamente, consumandonos, queriendo y desvaneciendonos...
saludos!
cholita: que triste que es, que pena que te puso mal, a mi me puso mal el escribirlo, pero uno exorcisa algunas cosas....
saludos!
Amigo querido: Qué soledad más concurrida la tuya. Cuanto tiempo/cosas deberán siempre ocurrir para que uno reconozca su casa en el otro ser querido. A veces pueden ser años, a veces segundos. A veces cien mil experiencias, a veces una sola mirada. Lo que si sé de cierto es que ya habitando dentro de otro ser, la inmortalidad existe. Te regalo una partecita de algo que escribí no hace mucho.
“Pero ya valió.
Tus tiempos de morir eran otros
-tuviste todos esos años que me anteceden-.
Ahora: ya es tarde.”
Y te mando un abrazo enorme y lleno de vida.
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