19.5.08

Me voy por donde he venido

Este es mi post número 99, estoy a un paso del número 100 que será por cierto una explicación que le tengo pendiente a muchos. Este blog se llama ¿Dónde andarán los jilgueros?, aunque estoy seguro que muchos se refieren a él, sólo como ‘el blog de utópico’ Pero bueno, en el post número cien contaré el origen del nombre de este blog. Comencé este blog hace un año y dos meses, y la verdad estoy muy satisfecho con el mismo, me ha llevado a conocer y compartir con gente de todas partes del globo, particularmente en los países de habla hispana. Este post sin embargo, hace de oportuno confesionario.

A veces pienso que son cosas mías, pero creo que hay coincidencias en la vida, bastante interesantes, comento algunas de ellas. De todas las frutas que hay, las mandarinas están entre mis favoritas. Por muchas razones, principalmente porque han ido ocupando lugares muy particulares de mi memoria, todos ellos bastante solitarios y nostálgicos. Hace un año exactamente me encontraba comiendo mandarinas a la orilla de un lago en Georgia. Me encontraba en una casa de campo totalmente alejada de la pequeña ciudad que visitaba, algunos amigos preparaban una parrillada y yo estaba invitado. No estaba solo, es decir había gente alrededor mío, pero me sentía solo. Me retire un rato a caminar por el bosque, la casa de campo tenía su propia laguna, y decidí darle una vuelta entera. Cuando llegué al lado opuesto, me senté sobre un par de piedras y me dispuse a comer las dos mandarinas que lleve en mi bolsillo, las comí con muchísimo gusto, pero me sentí totalmente desolado, necesitaba alguien con quien compartir mis mandarinas, alguien con quien caminar a la orilla de esa laguna, y que al tomar mi mano me diga que está conmigo sin siquiera decirlo, pensé en hablar con el lago, decidí subir encima el tronco de árbol caído que se hallaba cerca de mí y me puse a cantar un poco mientras trataba de equilibrarme, luego me recosté en el suelo, y me dije a mi mismo que hubiera sido muy lindo el compartir ese momento con una persona especial, y juntar mis labios con sus labios y que dejemos el uno en la boca del otro el sabor de las mandarinas. Más lindo hubiese sido el lago si hoy su recuerdo me traería una sonrisa y un silencio cómplice…

No pensé en esto sino hasta hace unos meses, cuando fui abordando una ciudad de Bolivia que conozco tan sólo mínimamente, buscaba recuerdos que me hablen de ella, de sus calles, o aceras, de sus parques y plazas, de la manillita artesanal que compre en un pasaje peatonal cuyo nombre jamás podría recordar. Corría el año ’98 y estaba de viaje en Sucre. Lo que más viene a mi cabeza son las casas todas blancas y antiquísimas, una ciudad pequeña, un árbol grande en la recoleta, al que le di vueltas… la casa de la libertad, la Glorieta, y los otros lugares turísticos. Y también recuerdo las mandarinas, es absurdo, lo sé. Pero hace unos meses el recuerdo del absurdo vino a mí con mucha claridad. Estábamos Ronald, Iván y yo en uno de las aceras de la plaza central de Sucre, viendo como la gente daba vueltas alrededor, comiendo justamente mandarinas, charlando sobre sabe dios qué, pero comiéndonos las mandarinas. Lo recuerdo bien porque compramos las mandarinas en el mercado, mientras buscábamos las artesanías y recuerdos que llevaríamos a Cochabamba. Las comimos con mucho gusto, de algún modo todo aquello regreso hace unos meses a mi memoria, mientras cantaba una canción de Savia Andina muy linda que dice, ‘cantando con mi guitarrita, te recordare, chuquisaqueñita!’ y de pronto las imágenes de Sucre se hacían mucho más claras… han pasado tantos años de esa visita, y aunque regresé un par de veces, sólo recuerdo bien la primera vez, quizás son las mandarinas, que aparecen en momentos oportunos y resaltan minutos de mi recuerdo.

Hay otros momentos en los que las mandarinas han aparecido en mi vida. Es ridículo pensar todo esto, y no es que coma siempre mandarinas, porque la verdad como muchas más naranjas, pero es que siento que ha habido momentos clave en las que he comido mandarinas, y su aroma siempre ha estado ahí, habitándome, recorriendo conmigo caminos distantes. Fueron por ejemplo la única fruta que lleve conmigo cuando me regresaba del Perú a Bolivia a pie por el desaguadero, y las comí sentado frente al lago Titicaca, mirando como desaparecía el sol en el horizonte cristalino del lago. Comí mandarinas mientras trataba imaginaba el cuento del cometa y el cosmonauta absurdo, algo que aún no me explico, pero que sin duda me parece raro. He comido mandarinas en muchos lugares, pero las he comido en lugares particularmente agradables, en los que a pesar de haber sido un solitario andaba lleno de regocijo.

Esta que sigue es sin duda una confesión mayor, los límites de lo que aquí puedo decir, no serán desgastados con el tiempo, y el espacio distinto no carcomerá los sentidos de estas palabras, es decir, los muros en los que estas letras se encierran, no son prisión sino refugio. Necesito una mujer mandarina. No una mujer perfecta, llena de cualidades y repleta de condiciones. Sino más bien una mujer compleja, impenetrable, imperfecta, desconcertante, libre y ante todo cómplice. Un alguien que este conmigo en los momentos clave, que comparta atardeceres de lago, que juegue conmigo al equilibrista en los troncos caídos de cualquier bosque, que se lance en caminatas de montaña, que regrese (de vez en cuando) conmigo a mi país (a pie si es necesario), que me lleve a conocer la ciudad blanca y recorramos juntos esas calles, que sea capaz de inspirarme cual cometa, que me mire absurdo y yo la mire absorto. Que sepa alzar vuelo de vez en cuando y recorra otros cielos, para que regrese pronto a mi lado y me lo cuente todo, incluso lo difuso de sus pesadillas. Que sepa también que a mí me gusta alzar vuelo y regresar agotado, cansado de aletear sin llegar a ningún lugar, regresar al refugio de sus alas de hada, de sus labios de fuego. Que quiera deambular por todos los continentes, y que dejemos huellas infinitas… ¡Ay Mandarina mía! ¿dónde estás?

Te confieso mandarina, donde quiera que estés, qué he pensado mucho en vos, que es probable que mi pensamiento te idealice de vez en cuando, que dibuje en mis ojos tu sonrisa melódica, que dibuje con mis manos tu cuerpo eterno, y te llene de besos y de caricias. Luego recorro mi desconcierto y me doy cuenta de lo imperfecta que eres, y me gustas más todavía. No a pesar de tus defectos y errores, sino justamente porque me fascinan tus tropiezos, y me encanta saberte humana, y reconocerte llena de vida, de embrollos, y desesperos. Debo decirte también que espero encontrarte pronto, un día sin duda alguna, agarrarte de la mano y decirte cuanta falta me has hecho, y que juntos nos comamos las mandarinas. Decirte además que yo también soy un ser complejo, lleno de miedos y conflictos varios. A vos mandarina, sacudí tus alas, y alza vuelo… quiero encontrarte en el firmamento, y saltar en dirección tuya… no tengas miedo deja que nos encontremos….

7 comentarios:

Lilyth dijo...

"Puesto que me voy de Sucre, se acabaron tus pesares, ya no hay quien te hara sufrir se va el autor de tus males"... no vas a creer pero el fin de semana me pase el día con esta canción rondando mi cabeza... CREO, que la versión original no es de SA pero no lo se, eso sí se que una versión (la mas popular) canta Chaskañawisita en lugar de Chuquisaqueñita. Por lo que la canción es conocida en Sucre como la Chaskañawisita.
(¿lo prometido es deuda? ahora lo se todo jijiji)

Lilyth dijo...

¿te gustan incluso las mandarinas ácidas llenas de pepas?
jajajajaja
Me gustó mucho este post, tal vez por la nostalgia de Sucre o por las mandarinas... o también puede ser por las mandarinas de Sucre, jajajaja, besos agridulces

utópico dijo...

Lilyth, aunque debería sorprenderme, no me sorprende en lo más mínimo… lo más extraño es que a mi también me rondaba la cabeza todo el día, y para variar es la única canción de las que me mandaste que moví a mi disco externo. Todo lo demás se quedo en ese disco duro, y la probabilidad de que pueda recoger esa información es mínima. Pero bueno, tuve esa canción y la escuche varias veces mientras leía algunos poemas de Heinrich Heine el sábado por la noche. Gracias por la aclaración, imagine que el tema no era originalmente de Savia Andina, pero no sabía lo de chaskañawisita. Es una canción muy linda, y siempre me va a traer recuerdos de un viaje que hice contigo a principios de año, al que por cierto no fui. Jajaja ;-)
Lo prometido siempre es deuda. Me encantan las mandarinas que me ponen chinito cuando las pruebo por primera vez, pero luego van creciendo en mi, y me dejan totalmente adicto a ellas, después de probarlas… ya ninguna otra sabe igual… y lo de las pepas… pues supongo que vienen con el paquete, no? Tratare de en lo posible reunir las pepas y botarlas por ahí, y las que me trague… exagerando me causaran dolor de estomago… pero nada que vaya a matarme. Jajaja este comentario me ha dejado riendo toda la mañana… que ocurrente. Jajajaja….
Besos agridulces!

Vania B. dijo...

Que antojo de mandarinas. La mujer mandarina llega cuando uno menos lo espera no? a mí me llegó mi hombre mandarina ni bien salí del colegio y casi 18 años después seguimos disfrutando de mandarinas dulces y amargas, con pepas, sin jugo, con jugo... de todo un poco y quiensabe hasta cuando.

Un abrazo utópico, Utópico.

Duende dijo...

A vos te pasa con las mandarinas, a mí con las canciones, es una nostalgia única, no?
Oye, leí que no te gustó Bolivia, adiós! je, yo no sé mucho de libros, pero a mí me resultó pésimo también, es más, hace algunos días lo vendí. Los de Victor Hugo Viscarra me gustaron, sobre todo porque narra bien las noches paceñas. Ojalá aparezca algún día algún cruceño que hable de todo eso de la misma forma.
Saludos.

"Canto y Vida" (Sandra Bandres) dijo...

Es hermosa tu cofesión. La vida es sabor y color, magia del instante que se queda en nuestra memoria, y así lo vives tú en tus mandarinas. Todos estos días he pensado que es tan difícil materializar los sueños que sólo viven tranquilos y amenos en nuestra conciencia, pero quien sabe si uno de estos días te sorprende a tí, utópico soñador, esa flor mandarina, para tomar por asalto tus sus manos y tu boca...Cuando eso ocurra no olvides escribirnos para saber cómo fue ese encuentro. De verdad que las palabras pueden como las mandarinas de tus recuerdos ser las más fieles aliadas de todo lo que somos. ¡Te mando un abrazote! (De verdad me conmoviste super)

utópico dijo...

Vania, que sea hasta siempre espero. Las mejores cosas en la vida llegan cuando uno menos lo espera, cuando no hay planes y de pronto todo sale de maravillas… como si hubiese sido planeado así. Además que no se pueden minimizar las coincidencias… que son siempre tan sorprendentes… pero parecen tan lógicas. Abrazos utópicos!!

Duende, las nostalgias igual me dan mucha nostalgia, tu blog siempre esta lleno de cosas así… y me recuerda mucho a mi mismo, cuando andaba deambulando por el vacío y el absurdo que es la vida… Yo no creo saber mucho de novelas… ni de literatura… pero esa novela es pésima, tanto así que quisiera venderla… porque regalarla no podría, creo que si la regalo yo quedaría mal… como que leo macanas… jijiji… en fin. Si alguien lee esto, no lea esa novela, habiendo tantos otros libros… y si quieren siempre algo de Montes, Jonás nomás tendrá que ser… y lo de Victor Hugo, pues así dicen todos… me encantaría leerlo, vamos a ver que puedo hacer y como lo consigo… Espero que pronto llegue un autor cruceño de ese tipo… estaré a la expectativa, habrá que mitificar el Santa Cruz marginal, lindo sería.

Sandra, gracias por las palabras… espero sinceramente morder la mandarina que habita mi nostalgia, y que no se disipen las ganas de quedarme siempre a su lado, que no se disipen esas ganas que tanto me consumen. Es bueno verte por aquí. Es difícil materializar los sueños, pero con paciencia todo se logra, eso sí en estos casos, es cuestión de dos, porque uno solo, no puedo lograr algo que es de dos. Un abrazote!!