Esta mañana mientras iba a mi trabajo leí un cuento de Juan Manuel Villalobos llamado Malos Tiempos, lo pueden encontrar en la página de Letras Libres. A mi me gusto mucho y reproduzco aquí un fragmento del cuento, les recomiendo leerlo entero.
A los quince años, mi hermano comenzó a salir con un grupo de personas que se hacían llamar Los Lobos. A la salida del colegio se solía reunir con ellos. Se juntaban a beber cerveza y a fumar tabaco; también a veces iban en busca de mujeres. Había en Fort Worth una zona muy conocida que frecuentaban los chulos, dominada por proxenetas. Los Lobos comenzaron a buscar negocios turbios con gente de aquella zona. Así se hicieron un hueco en el mercado negro y en el trapicheo; de paso, también se acostaban con las putas. Si bien mi hermano nunca terminó por integrarse en el grupo –entre otras cosas porque le llevaban hasta seis años y porque ninguno de ellos había estudiado nada, ni siquiera la primaria–, sí comenzó a salir con relativa frecuencia por los sitios que ellos frecuentaban. Unos días después de que dejara la penitenciaría de Hunstsville le pregunté a mi hermano algo que nunca me había quedado claro: cómo había conocido a Los Lobos. Me clavó la mirada y dijo: “Eran los que nos proporcionaban la droga; ellos dominaban el mercado de los estudiantes, sólo que por alguna razón a mí me fueron integrando en su mundo.” Yo no dije nada. Incluso encontré lógico que mi hermano cayera tan fácilmente en lo que él llamó “su mundo”, un mundo que luego también fue el suyo. Él estaba fuera de órbita en Fort Worth y desafortunadamente terminó conectando con lo peor de la ciudad. Todo lo demás siempre le resultó ajeno.
Mi padre nunca vio con buenos ojos aquella compañía, pero entonces estaba demasiado ocupado como para atender otra cosa que no fuera el taller mecánico. Con el tiempo se había hecho imprescindible y había terminado por regentarlo solo. El dueño era un cowboy extravagante con el que mi padre había hecho buenas migas. Luego vino lo del asesinato de Fort Worth en el que implicaron a mi hermano. Toda la ciudad se enteró. Mi padre perdió el trabajo. Fue cuando comenzaron los malos tiempos.
La historia es más o menos ésta: una noche de verano, en julio de 1987, una pareja de jóvenes, Linda S. Baker y Samuel Johnson, de diecinueve y veintidós años, respectivamente, aparecieron asesinados dentro del coche del segundo, en un sendero muy estrecho cercano al Fort Worth Midtown Park, un conocido camping al que acudían muchos norteamericanos que bajaban hasta Dallas. Johnson había muerto de un disparo en la cabeza y Baker de uno en el corazón. En el cuerpo de Baker fue encontrado semen de Johnson (las pesquisas determinaron que había habido penetración. Se difundió, gracias a la dictadura del morbo, que muy probablemente los asesinos habían obligado a sus víctimas a copular delante de ellos, dado que Baker tenía un desgarre anal con semen del miembro de Johnson). Nadie les había robado nada y, al parecer, tampoco había síntomas de violencia ni de lucha, si acaso un ligero tirón en el cuello del occiso. Un “asesinato limpio”, se dijo. La prensa, como siempre sucede en estos casos, amplificó toda la información, apoyada por una campaña del padre de Johnson. Un testigo, que conducía en dirección a Dallas, dijo haber visto un Camaro blanco salir pitando de una carreterita muy angosta, a un costado de la carretera principal, a eso de las dos de la madrugada, a unos quinientos metros del sitio donde fue encontrado el Corvette rojo en el que aparecieron los cuerpos de Baker y de Johnson –el coche estaba a nombre de su padre. La policía encontró también dos casquetes de una pistola de calibre 22 y varias colillas de tabaco muy cerca del coche. Enseguida las autoridades del condado orientaron su investigación hacia Los Lobos: uno de ellos tenía un Camaro del año 79 color azul cielo. Si bien mi hermano no era parte “oficial” del grupo, acabó involucrado en los hechos. La policía nunca ofreció datos sólidos que culparan a Los Lobos, pero el padre de Johnson era un hombre influyente, respetado y querido en la comunidad de Fort Worth –el típico hombre de “conducta intachable” al que la historia, luego, vinculó con una presunta red de pederastas: el negó todo. Salió limpio, por supuesto. Incluso pasó de puntillas ante el jurado el hecho de que la noche del asesinato Baker y Johnson habían acudido a una fiesta en casa de un amigo de ella, en la que Johnson había tenido un altercado con un tipo que había estado cortejando a Linda y con quien, además, ella había salido en un par de ocasiones. A mi hermano lo procesaron por obstrucción de la justicia. Se dijo que lo había visto y oído todo. Dos miembros de Los Lobos fueron condenados a cadena perpetua por asesinato en primer grado. Otros tres alcanzaron penas de hasta 49 años, por complicidad. A mi hermano le cayeron cuatro años y nueve meses de condena por su presunta obstrucción. La cumplió íntegra.
Mi hermano era otro cuando lo vi salir de la penitenciaría aquella mañana extraña de enero. Naturalmente, se le veía más delgado. El día anterior a su liberación, yo viajé hasta Hunstsville en un viejo Mustang rojo que había comprado de segunda mano –de mi padre heredamos el gusto por los coches– y me hospedé en un motel en las afueras. Al día siguiente volveríamos los dos a Fort Worth, donde mi madre nos esperaba: su sueño era vernos juntos otra vez.
6 comentarios:
Gracias por regalarnos este pedacito de vida...Porque la literatura es eso, vida para nutrir nuestra alma.
Aprovecho para viajar a tu mundo...Devolverte la visita y decirte que estoy completamente de acuerdo con ese brindis por las cosas simples y por estas letras que de alguna manera nos ayudan a entender que no estamos tan solos después de todo.
Un abrazo, y sigue escribiendo...
sandra, muchas gracias por la visita!!
pues no estamos solos despues de todo!!
saludos!!
“En nuestra soleada ciudad tropical las familias del casco viejo producían dos tipos de jóvenes: los vivos y los opas (entiéndase tontos); en otras palabras, los que disfrutan en la vida y los que piensan. A los primeros los encuentras en los bares con el vaso de whisky en la mano, en las piscinas, en los caros restaurantes; los otros estudian en sus casas, los toparas camino a la universidad, harán preguntas en las conferencias, pasarán las noches recogiendo datos en el Internet. Los llaman opas, por que en ciertos círculos sociales de falsos aristócratas, juzgan sospechoso al dinero ganado con el sudor; el profesional estudioso que tiene las ojeras provocadas por el estudio es un idiota, lo colocan en el papel de retardado y con esos valores estimulan el éxito rápido, el temperamento que tiene el ímpetu el bucanero y la moralidad de la cortesana.”
No es el mejor libro de Montes, pero siempre critico, me gusto mucho esa parte.
esa parte si me gusto, hay partes que si me gustan, en las que habla de la realidad... pero lo de señores del jurado... y sonseras afines... dios que hicieron de la novela un desastre...
me recomiendas el resto? hay algo interesante?, me quede en la pagina 140, puedo saltarme lo cursi... jajaja...
que gusto verte por estos lares
ahora comentando la cita, quienes van a gobernar Santa cruz? los opas, o los vivos?
yo conozco algunos vivos muy exitosos... que no dudo sean los lideres de mañana.... jajaja
saludos!
ojala los opas, pero que lo vivos hagan el trabajo sucio por el momento...
yo tambien espero que los opas lo hagan, porque son los que realmente saben de las aspiraciones de la gente y del deseo de ser mejores que tienen todos.
los vivos solo sirven para aprovecharse de las oportunidades , nada mas. lastimosamente muchos vivos estan entre los lideres, esperemos que gente como vos y este siempre controlandolos y asegurandose de que las cosas esten bien hechas.
saludos!!
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